POESÍA ANTE LA INCERTIDUMBRE
POESÍA ANTE LA INCERTIDUMBRE
Antología de Nuevos Poetas en Español
Poesía ante la Incertidumbre es una Antología poética que reivindica la poesía que es capaz de emocionar y comunicar conciencias. En un tiempo de crisis e incertidumbre, la poesía puede y debe arrojar luz, humanidad, diálogo. Poesía ante la Incertidumbre pretende aglutinar a todos aquellos poetas y amantes de la poesía que creen en la poesía que porta significado. La poesía que trata de conjurar aquello que nos duele y va indeleblemente unida a la búsqueda de la libertad, la justicia y el sentido de la existencia.
Ha sido publicada de forma simultánea en España (Visor Libros), Colombia (Icono Editorial), México (Círculo de Poesía), Nicaragua (Leteo Ediciones) y El Salvador (DPI), en el mayor proyecto editorial realizado nunca para una antología de poemas en lengua española. Más de 10.000 ejemplares ya distribuidos a los que se unirán nuevas ediciones en otros países en el próximo otoño.
Los autores de Poesía ante la Incertidumbre son: Alí Calderón (México), Andrea Cote (Colombia), Jorge Galán (El Salvador), Raquel Lanseros (España), Daniel Rodríguez Moya (España), Francisco Ruiz Udiel (Nicaragua), Fernando Valverde (España) y Ana Wajszczuk (Argentina).
MÁS INFORMACIÓN EN: www.poesiaantelaincertidumbre.com
Reseña de Juan Manuel Roca:
Ante la incertidumbre
Elegir una preposición a la hora de titular un libro, algo que visto al paso parecería insustancial, implica de entrada una postura moral en un momento de la historia abonado por la incertidumbre.
La expresión "Poesía ante la incertidumbre", y no contra la incertidumbre, esboza un deseo de hacer claridad con la más cotidiana de las herramientas, una palabra inscrita en la lengua de Machado y Gil de Biedma, de Miguel Hernández y Gonzalo Rojas, como quien dice en una alta tradición refractaria al purismo y a la atracción por un mundo ensimismado.
No se trata de un rechazo de la duda que pregunta, hasta la muerte porta su hoz como si fuera un gran interrogante. Más bien resulta un acto de reflexión que no le otorga a la incertidumbre un rango de inobjetable certeza.
Hay en estos poetas un diálogo con la incertidumbre, una conversación que no parte del aserto sobre el que prevenía Zaratustra: "remover las aguas para parecer profundo", algo de frecuente recibo en algunas tendencias líricas que, sin mundos que expresar, se esconden tras una niebla de palabras.
Sin que se trate de un asunto programático a estos poetas los hermana el despojo, la pesquisa y el encuento de la palabra justa en el inmenso pajar del lenguaje.
Más no por desacralizadora y cotidiana esta poesía abandona el rigor. A lo que no acuden estos poetas es a los simulados hermetismos, a esa vieja herencia de aquel que se ahogó en su propio reflejo, en las aguas de su propio deslumbramiento.
"La poesía es algo que anda por la calle", decía García Lorca. Muchos de estos poemas nacen en la calle y desembocan en el libro, en una actitud que tiende puentes entre la intimidad y la intemperie, entre el adentro y el afuera de una mirada que tiene como centro al hombre, sus anhelos y miserias.
Juan Manuel Roca
Reseña del poeta argentino JORGE BOCCANERA sobre Los ojos del pelícano
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Entre el furor y la nostalgia
La precocidad, cuya acepción admite el oxímoron “madurez en la juventud”, le cabe al poeta español Fernando Valverde nacido en 1980, toda vez que lo que conlleva el término como anticipación va de la mano de posibilidades, de caminos por transitar. Quizá su primer título Viento favorable (2002), esté designando, sin proponérselo, esa consolidación con visos de futuro: lo que va a venir.
El calificativo de “precoz”, que ya ha sido anotado por varios críticos, tiene que ver con los cuatro libros que lleva publicados el poeta –uno de ellos traducido al italiano- pero aún más por aquello que muestra como propio y que tiene que ver con una mirada sobre el mundo y una voz para expresarlo.
Entre sus libros figuran: Madrugadas (2003), Razones para huir de una ciudad con frío (2004), La soledad del extranjero (2005) y Los ojos del pelícano. Este último, que obtuvo en 2009 el VIII Premio de Poesía “Emilio Alarcos” y acaba de ser editado por el sello Visor, es el tema de esta reseña.
Lo primero que llama la atención de Los ojos del pelícano es un enjambre de imágenes que evocan sentimientos y que viajan en una respiración sosegada, sin estridencia. Los antecedentes de esta poesía podrían estar en una tradición de poesía española que va de Miguel Hernández a Luis García Montero, de Antonio Machado a Ángel González. Precisamente González -sobre quien Valverde ha manifestado en más de una ocasión afecto y admiración, al punto de preparar una tesis doctoral sobre su obra- es un referente insoslayable de su poesía, sobre todo en aquello que el poeta de Oviedo desarrollaría como un constante indagar en el naufragio del ser. A González pertenece el epígrafe que abre Los ojos del pelícano; una cita que se inscribe en lo paradojal: “Hay que ser muy valiente para vivir con miedo”.
En esta última obra de Valverde, un niño escarba con sus manos diminutas un sueño que es a ratos dicha y otras veces arena revuelta con vidrios quebrados. Entre el deseo y el dolor, la plenitud y las pérdidas, ondula un aire de nostalgia presente ya desde el primer poema del libro que inicia con esta palabra “¿Recuerdas… ”.
El tiempo y su hacer a destajo signan a este libro con la marca de lo efímero, la conciencia de que los sueños acaban y el hombre está sujeto a ese paso inexorable. En “El viejo estadio” escribe Valverde: “Al cumplirse los sueños/ queda una sensación vacía e incompleta,/ el tiempo detenido y el vértigo al futuro”: y remata: “Tal vez parezca una renuncia,/ pero empiezo a pensar que el tiempo detenido/ es mejor que el futuro”. Memoria, recuerdos vueltos escombro, días como leños consumiéndose; esta poesía parece tensionada entre un pasado que se difumina y el perfil aún borroso del devenir. Dice en El lago: “Las canciones que olvidas son huellas en la nieve/ y en la piel de los lagos se deshace el futuro”.
La mirada del poeta reverbera sobre la infancia, ese paraíso perdido que es reaseguro y tiempo sin orillas –y aquí encuentro en el granadino otra cercanía; la de los poetas Jorge Teillier de Chile y su poesía “lárica” y el cubano Eliseo Diego-, y también imaginación convertida en sueño, vale decir atisbo y aventura: “No existen los lugares donde guardar los sueños/ pero sus labios tienen el sabor de la infancia/ y en sus bocas respiro el aliento de un niño” (“Las sirenas”). Pero si hay alborozo en “la ilusión más plena satisfecha” del niño que concurría al estadio con su abuelo y sentía las gradas como “el lugar más cálido posible,/ las más lujosas sábanas (“El último minuto”), hay también desgarro: “Debajo de las piedras lloran niños… quieren volver al vientre que ya no los refugia” (“El llanto”).
Para Valverde la vida oscila entre lo que va tramado, urdido amarrado y lo desasido, eso que se va de las manos. De este modo, en el poema dedicado a su madre que abre el libro (“Caída”), escribe: “siente cómo te amo,/ cómo salvas mi miedo con tus gestos,/ cómo tienes la vida sujeta entre los dedos”; en tanto que en el texto final dedicado a su abuelo(“El último minuto”), anota esta certeza: “Porque siempre he contado con tu brazo”.
Los ojos del pelícano es también un cuaderno de viaje, el tránsito del poeta y periodista por ciudades diversas -Valverde es redactor de Cultura del diario El País, licenciado en Filología Hispánica y en Románica, codirector con Daniel Rodríguez Moya del Festival Internacional de Poesía de Granada-; bajo el paisaje fragmentado de La Habana, París, Módena, Milán, Damasco, Managua, Sarajevo, Varsovia y, Ámsterdam, subyacen desiertos y empinados vacíos. Hay que decir también que lejos de cualquier efectismo, los apuntes del poeta sobre cualquier geografía lejana acercan situaciones, seres y paisajes en su cotidianidad, vale decir: nos son familiares en su fondo humano.
Subyace, además, una mirada comprensiva y compasiva del entorno sin recurrir a la denuncia explícita; una conciencia atenta hacia la vida “con su justa y sencilla dignidad”: En “Verano en Sarajevo” escribe: “Se estrelló la miseria en las paredes,/ no han podido los árboles ocultar la evidencia” y en “Zuleyma”: “Pero ella sólo intuye que le han robado el mundo,/ y sonríe, y espera y juega a ser feliz”.
La poesía de Valverde se mueve en un espacio de oralidad entre lo susurrado de la confidencia y el coloquio, lejos de un conversacionalismo raso que ha plagado a la poesía hispanoamericano de nexos de enlace y giros que refuerzan lo expositivo como explicación. La economía de lenguaje y el ritmo sostenido condensan una respiración que se despliega sin esfuerzo.
Porque busca decir y no impactar, porque busca compartir y no ofrecer certezas a modo de máximas, lo imperativo y lo altisonante le son ajenos.
Un punto fuerte de esta poesía lo constituye la imagen, una constante mutación entregada en su movimiento y plasticidad: “Debajo de las aguas crecen árboles,/ flamboyanes cuajados por la espuma./ Imagina el invierno sobre el fuego,/ su follaje brillante convertido en estrellas.” (“El mar desde el vedado”), y también: “Tengo en el corazón un reptil que me araña/ tratando de volver a sus piedras azules”.
El paisaje es otro de los protagonistas de este libro que posee una impronta lírica indudable; de modo que Los ojos del pelícano es también un territorio de bosques y ríos acechados por el páramo y la nieve. La aridez y la hojarasca símbolos claros de un sentir que se adelgaza en los sueños perdidos y se recompone en la plenitud de los afectos: “Los abrazos son bosques tan espesos/ que la luz los recoge como a huérfanos” (“Madrugada”); “los cuerpos son tan bellos cuando el tiempo los toca/ que no nos pertenecen,/ son un bosque prohibido” (“El lago”).
Interrogado en una entrevista sobre Los ojos del pelícano, contó Valverde algo de su génesis; en uno de sus viajes a Nicaragua vio a estas aves lanzarse sobre el océano en busca de su presa, lo que atrajo su atención hasta que un pescador le reveló que el vuelo en picado que le había llamado la atención, tenía un precio: la ceguera de los pelícanos. El hecho funciona como metáfora de una poesía que se debate entre los sueños rotos y el anhelo, los claroscuros del diario vivir que no le borran a Valverde la esperanza; esa que le hace escribir en “El Milagro”: “Pronto despertaremos, el alba nunca cede”.
Entre el furor y la nostalgia
La precocidad, cuya acepción admite el oxímoron “madurez en la juventud”, le cabe al poeta español Fernando Valverde nacido en 1980, toda vez que lo que conlleva el término como anticipación va de la mano de posibilidades, de caminos por transitar. Quizá su primer título Viento favorable (2002), esté designando, sin proponérselo, esa consolidación con visos de futuro: lo que va a venir.
El calificativo de “precoz”, que ya ha sido anotado por varios críticos, tiene que ver con los cuatro libros que lleva publicados el poeta –uno de ellos traducido al italiano- pero aún más por aquello que muestra como propio y que tiene que ver con una mirada sobre el mundo y una voz para expresarlo.
Entre sus libros figuran: Madrugadas (2003), Razones para huir de una ciudad con frío (2004), La soledad del extranjero (2005) y Los ojos del pelícano. Este último, que obtuvo en 2009 el VIII Premio de Poesía “Emilio Alarcos” y acaba de ser editado por el sello Visor, es el tema de esta reseña.
Lo primero que llama la atención de Los ojos del pelícano es un enjambre de imágenes que evocan sentimientos y que viajan en una respiración sosegada, sin estridencia. Los antecedentes de esta poesía podrían estar en una tradición de poesía española que va de Miguel Hernández a Luis García Montero, de Antonio Machado a Ángel González. Precisamente González -sobre quien Valverde ha manifestado en más de una ocasión afecto y admiración, al punto de preparar una tesis doctoral sobre su obra- es un referente insoslayable de su poesía, sobre todo en aquello que el poeta de Oviedo desarrollaría como un constante indagar en el naufragio del ser. A González pertenece el epígrafe que abre Los ojos del pelícano; una cita que se inscribe en lo paradojal: “Hay que ser muy valiente para vivir con miedo”.
En esta última obra de Valverde, un niño escarba con sus manos diminutas un sueño que es a ratos dicha y otras veces arena revuelta con vidrios quebrados. Entre el deseo y el dolor, la plenitud y las pérdidas, ondula un aire de nostalgia presente ya desde el primer poema del libro que inicia con esta palabra “¿Recuerdas… ”.
El tiempo y su hacer a destajo signan a este libro con la marca de lo efímero, la conciencia de que los sueños acaban y el hombre está sujeto a ese paso inexorable. En “El viejo estadio” escribe Valverde: “Al cumplirse los sueños/ queda una sensación vacía e incompleta,/ el tiempo detenido y el vértigo al futuro”: y remata: “Tal vez parezca una renuncia,/ pero empiezo a pensar que el tiempo detenido/ es mejor que el futuro”. Memoria, recuerdos vueltos escombro, días como leños consumiéndose; esta poesía parece tensionada entre un pasado que se difumina y el perfil aún borroso del devenir. Dice en El lago: “Las canciones que olvidas son huellas en la nieve/ y en la piel de los lagos se deshace el futuro”.
La mirada del poeta reverbera sobre la infancia, ese paraíso perdido que es reaseguro y tiempo sin orillas –y aquí encuentro en el granadino otra cercanía; la de los poetas Jorge Teillier de Chile y su poesía “lárica” y el cubano Eliseo Diego-, y también imaginación convertida en sueño, vale decir atisbo y aventura: “No existen los lugares donde guardar los sueños/ pero sus labios tienen el sabor de la infancia/ y en sus bocas respiro el aliento de un niño” (“Las sirenas”). Pero si hay alborozo en “la ilusión más plena satisfecha” del niño que concurría al estadio con su abuelo y sentía las gradas como “el lugar más cálido posible,/ las más lujosas sábanas (“El último minuto”), hay también desgarro: “Debajo de las piedras lloran niños… quieren volver al vientre que ya no los refugia” (“El llanto”).
Para Valverde la vida oscila entre lo que va tramado, urdido amarrado y lo desasido, eso que se va de las manos. De este modo, en el poema dedicado a su madre que abre el libro (“Caída”), escribe: “siente cómo te amo,/ cómo salvas mi miedo con tus gestos,/ cómo tienes la vida sujeta entre los dedos”; en tanto que en el texto final dedicado a su abuelo(“El último minuto”), anota esta certeza: “Porque siempre he contado con tu brazo”.
Los ojos del pelícano es también un cuaderno de viaje, el tránsito del poeta y periodista por ciudades diversas -Valverde es redactor de Cultura del diario El País, licenciado en Filología Hispánica y en Románica, codirector con Daniel Rodríguez Moya del Festival Internacional de Poesía de Granada-; bajo el paisaje fragmentado de La Habana, París, Módena, Milán, Damasco, Managua, Sarajevo, Varsovia y, Ámsterdam, subyacen desiertos y empinados vacíos. Hay que decir también que lejos de cualquier efectismo, los apuntes del poeta sobre cualquier geografía lejana acercan situaciones, seres y paisajes en su cotidianidad, vale decir: nos son familiares en su fondo humano.
Subyace, además, una mirada comprensiva y compasiva del entorno sin recurrir a la denuncia explícita; una conciencia atenta hacia la vida “con su justa y sencilla dignidad”: En “Verano en Sarajevo” escribe: “Se estrelló la miseria en las paredes,/ no han podido los árboles ocultar la evidencia” y en “Zuleyma”: “Pero ella sólo intuye que le han robado el mundo,/ y sonríe, y espera y juega a ser feliz”.
La poesía de Valverde se mueve en un espacio de oralidad entre lo susurrado de la confidencia y el coloquio, lejos de un conversacionalismo raso que ha plagado a la poesía hispanoamericano de nexos de enlace y giros que refuerzan lo expositivo como explicación. La economía de lenguaje y el ritmo sostenido condensan una respiración que se despliega sin esfuerzo.
Porque busca decir y no impactar, porque busca compartir y no ofrecer certezas a modo de máximas, lo imperativo y lo altisonante le son ajenos.
Un punto fuerte de esta poesía lo constituye la imagen, una constante mutación entregada en su movimiento y plasticidad: “Debajo de las aguas crecen árboles,/ flamboyanes cuajados por la espuma./ Imagina el invierno sobre el fuego,/ su follaje brillante convertido en estrellas.” (“El mar desde el vedado”), y también: “Tengo en el corazón un reptil que me araña/ tratando de volver a sus piedras azules”.
El paisaje es otro de los protagonistas de este libro que posee una impronta lírica indudable; de modo que Los ojos del pelícano es también un territorio de bosques y ríos acechados por el páramo y la nieve. La aridez y la hojarasca símbolos claros de un sentir que se adelgaza en los sueños perdidos y se recompone en la plenitud de los afectos: “Los abrazos son bosques tan espesos/ que la luz los recoge como a huérfanos” (“Madrugada”); “los cuerpos son tan bellos cuando el tiempo los toca/ que no nos pertenecen,/ son un bosque prohibido” (“El lago”).
Interrogado en una entrevista sobre Los ojos del pelícano, contó Valverde algo de su génesis; en uno de sus viajes a Nicaragua vio a estas aves lanzarse sobre el océano en busca de su presa, lo que atrajo su atención hasta que un pescador le reveló que el vuelo en picado que le había llamado la atención, tenía un precio: la ceguera de los pelícanos. El hecho funciona como metáfora de una poesía que se debate entre los sueños rotos y el anhelo, los claroscuros del diario vivir que no le borran a Valverde la esperanza; esa que le hace escribir en “El Milagro”: “Pronto despertaremos, el alba nunca cede”.
Tres en la carretera, de Radio Nacional, dedica un programa a Los ojos del pelícano
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El programa Tres en la carretera, que presenta Isabel Ruiz Lara para Radio Nacional 3, ha dedicado uno de sus programas semanales a Los ojos del pelícano.
Recorremos: "Los ojos del pelícano", cuarto libro del poeta granadino Fernando Valverde, ganador del Premio Alarcos del Principado de Asturias. Él nos lee algunos poemas del mismo, acompañado por la mùsica Kenny Barron: "Pelícano", Stan Kenton: "Incident in jazz", Eric Truffaz: "Nature boy", Artie Shaw y su orquesta: "Nightmare", Jeff Beck: "I put a spell on you", Bruno Coulais: "La cavallerie des dauphins" de la banda sonora de la película "Océanos", Billy Cobham: "Mirage" y Pedro Iturralde Quartet: "Solidao" (09/05/10).
Escúchalo aquí:
http://www.rtve.es/mediateca/audios/20100509/ojos-del-pelicano-fernando-valverde-tres-carretera/766147.shtml
Reportaje en EL CORREO DE ANDALUCÍA sobre Los ojos del pelícano
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Por Alejandro Luque
El poeta Fernando Valverde descubrió en Nicaragua que los pelícanos, capaces de impactar en la superficie del mar con una precisión milimétrica, están condenados con los años a una irremediable ceguera. Esa es la anécdota que da título y unidad a Los ojos del pelícano (Visor), un libro en el que el granadino plasma la metáfora por la cual "también la gente normal, a fuerza de chocar contra la realidad, puede acabar quedándose ciega mientras persigue sus sueños".
"No me gusta que los poemarios sean como los discos antiguos, que no eran sino antologías de canciones. Me gusta que cuenten historias y tengan un sentido", manifiesta Valverde (Granada, 1980), autor de títulos como El mar y la lluvia, La soledad del extranjero, Madrugadas, Viento favorable o Razones para huir de una ciudad con frío.
El escritor reconoce que "el libro tiene mucho de autobiográfico, hay mucho de golpearse los ojos contra el agua, cierta melancolía, algo de trristeza, pero en conjunto los poemas no se resignan del todo. Yo diría que se trata de un libro vitalista, por más que se proponga ahondar en las decepciones y en las desilusiones", añade el autor, que obtuvo el VIII premio Emilio Alarcos con este libro.
En lo que se refiere al estilo, Valverde afirma ser "un defensor a muerte de la sencillez. Creo que la oscuridad en poesía y en el arte es un camino fácil. Lo difícil de veras es conseguir un poema, un cuadro o una canción que sean bellos y sencillos. Lamentablemente, a menudo la sencillez se confunde con la simpleza. Pero yo me peleo mucho conmigo mismo hasta lograr que mis poemas se sentiendan y tengan un sentido accesible. Me gusta pensar que escribo para personas normales, y si sospecho que un texto no van a entenderlo, lo desecho sin más", agrega.
Por último, Fernando Valverde no duda un instante a la hora de reconocer sus influencias. "No me importa agradecer a quienes me han ayudado y a quienes han andado por un camino que ahora transito yo. Me identifico mucho, y reconozco como maestro, a Ángel González, a Jaime Gil de Biedma, y a Benjamín Prado y Luis García Montero como maestros más cercanos. No me preocupa para nada que se note en mis poemas: la poesía que te llega es a la que acabas aproximándote cuando escribes".
"Hace unos años", apostilla Valverde, "parecía que había que escribir en contra o a favor de alguien. Ahora es peligroso escribior tratando forzosamente de no parecerse a nadie. No entiendo que haya que abrir un camino a toda costa, aunque no conduzca a ninguna parte".
Enlace: http://www.elcorreoweb.es/cultura/096709/fernando/valverde/gusta/pensar/escribo/gente/normal
Por Alejandro Luque
El poeta Fernando Valverde descubrió en Nicaragua que los pelícanos, capaces de impactar en la superficie del mar con una precisión milimétrica, están condenados con los años a una irremediable ceguera. Esa es la anécdota que da título y unidad a Los ojos del pelícano (Visor), un libro en el que el granadino plasma la metáfora por la cual "también la gente normal, a fuerza de chocar contra la realidad, puede acabar quedándose ciega mientras persigue sus sueños".
"No me gusta que los poemarios sean como los discos antiguos, que no eran sino antologías de canciones. Me gusta que cuenten historias y tengan un sentido", manifiesta Valverde (Granada, 1980), autor de títulos como El mar y la lluvia, La soledad del extranjero, Madrugadas, Viento favorable o Razones para huir de una ciudad con frío.
El escritor reconoce que "el libro tiene mucho de autobiográfico, hay mucho de golpearse los ojos contra el agua, cierta melancolía, algo de trristeza, pero en conjunto los poemas no se resignan del todo. Yo diría que se trata de un libro vitalista, por más que se proponga ahondar en las decepciones y en las desilusiones", añade el autor, que obtuvo el VIII premio Emilio Alarcos con este libro.
En lo que se refiere al estilo, Valverde afirma ser "un defensor a muerte de la sencillez. Creo que la oscuridad en poesía y en el arte es un camino fácil. Lo difícil de veras es conseguir un poema, un cuadro o una canción que sean bellos y sencillos. Lamentablemente, a menudo la sencillez se confunde con la simpleza. Pero yo me peleo mucho conmigo mismo hasta lograr que mis poemas se sentiendan y tengan un sentido accesible. Me gusta pensar que escribo para personas normales, y si sospecho que un texto no van a entenderlo, lo desecho sin más", agrega.
Por último, Fernando Valverde no duda un instante a la hora de reconocer sus influencias. "No me importa agradecer a quienes me han ayudado y a quienes han andado por un camino que ahora transito yo. Me identifico mucho, y reconozco como maestro, a Ángel González, a Jaime Gil de Biedma, y a Benjamín Prado y Luis García Montero como maestros más cercanos. No me preocupa para nada que se note en mis poemas: la poesía que te llega es a la que acabas aproximándote cuando escribes".
"Hace unos años", apostilla Valverde, "parecía que había que escribir en contra o a favor de alguien. Ahora es peligroso escribior tratando forzosamente de no parecerse a nadie. No entiendo que haya que abrir un camino a toda costa, aunque no conduzca a ninguna parte".
Enlace: http://www.elcorreoweb.es/cultura/096709/fernando/valverde/gusta/pensar/escribo/gente/normal
Reseña de Federico Vaz en su blog
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'Dentro de estos poemas pasa un lobo' es el título de la reseña escrita por Federico Vaz, periodista de Canal Sur y buen amigo, en su magnífico blog 'El que apaga la luz'.
Enlace: http://federicovaz.blogspot.com/2010/03/los-ojos-del-pelicano-de-fernando.html
'Dentro de estos poemas pasa un lobo' es el título de la reseña escrita por Federico Vaz, periodista de Canal Sur y buen amigo, en su magnífico blog 'El que apaga la luz'.
Enlace: http://federicovaz.blogspot.com/2010/03/los-ojos-del-pelicano-de-fernando.html
Reseña en el Diario El País
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Por Santiago Belaustegui
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Los pelícanos tienen una forma peculiar de cazar. Planean hasta que avistan a su presa y se lanzan en picado hacia el agua. El golpe es brutal. Pero los pelícanos salen triunfantes con el pez en el pico. Sin embargo, los golpes contra el mar cobran su factura. Muchos pelícanos mueren ciegos. Un pescador le reveló todas estas cosas al poeta y periodista Fernando Valverde cuando contemplaba, maravillado, la precisión depredadora de estas aves en una aldea nicaragüense situada junto al océano Pacífico.
Fernando Valverde (Granada, 1980) acaba de publicar Los ojos del pelícano (Visor), que obtuvo el pasado junio el 8º Premio Emilio Alarcos. El galardón está dotado con 18.000 euros. Valverde considera la caza de los pelícanos como "una metáfora" que se extiende al comportamiento de las personas.
Pelícanos suicidas
"A fuerza de golpear los sueños con la realidad, los seres humanos acaban encontrando el dolor", afirma el poeta granadino. "Muchas piezas fundamentales de mi infancia se han derrumbado sin que pudiera hacer nada. Con la excepción de mi hermano, todos los protagonistas de mi infancia han desaparecido. Cuando pierden la vista, los pelícanos son conscientes de su ceguera y se matan a sí mismos", explica Valverde, que ha dedicado seis años a la escritura de este libro.
En Los ojos del pelícano llama la atención el equilibrio entre fondo y forma. "Es lo más difícil de todo. Lo fundamental es la idea. El sonido y la cadencia vienen luego a base de trabajo. Cuando se tiene la idea necesaria, el resto se puede trabajar. Me gusta la sencillez, que no es lo mismo que la simpleza. Escribir un poema sencillo es lo más difícil. Cuando no entiendo lo que escribe un poeta, suelo echarle la culpa a ese poeta. Tiendo a pensar que ha hecho mal su trabajo", concluye Valverde, que es colaborador de EL PAÍS.
Por Santiago Belaustegui
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Los pelícanos tienen una forma peculiar de cazar. Planean hasta que avistan a su presa y se lanzan en picado hacia el agua. El golpe es brutal. Pero los pelícanos salen triunfantes con el pez en el pico. Sin embargo, los golpes contra el mar cobran su factura. Muchos pelícanos mueren ciegos. Un pescador le reveló todas estas cosas al poeta y periodista Fernando Valverde cuando contemplaba, maravillado, la precisión depredadora de estas aves en una aldea nicaragüense situada junto al océano Pacífico.
Fernando Valverde (Granada, 1980) acaba de publicar Los ojos del pelícano (Visor), que obtuvo el pasado junio el 8º Premio Emilio Alarcos. El galardón está dotado con 18.000 euros. Valverde considera la caza de los pelícanos como "una metáfora" que se extiende al comportamiento de las personas.
Pelícanos suicidas
"A fuerza de golpear los sueños con la realidad, los seres humanos acaban encontrando el dolor", afirma el poeta granadino. "Muchas piezas fundamentales de mi infancia se han derrumbado sin que pudiera hacer nada. Con la excepción de mi hermano, todos los protagonistas de mi infancia han desaparecido. Cuando pierden la vista, los pelícanos son conscientes de su ceguera y se matan a sí mismos", explica Valverde, que ha dedicado seis años a la escritura de este libro.
En Los ojos del pelícano llama la atención el equilibrio entre fondo y forma. "Es lo más difícil de todo. Lo fundamental es la idea. El sonido y la cadencia vienen luego a base de trabajo. Cuando se tiene la idea necesaria, el resto se puede trabajar. Me gusta la sencillez, que no es lo mismo que la simpleza. Escribir un poema sencillo es lo más difícil. Cuando no entiendo lo que escribe un poeta, suelo echarle la culpa a ese poeta. Tiendo a pensar que ha hecho mal su trabajo", concluye Valverde, que es colaborador de EL PAÍS.
Entrevista a Chus Visor y a Fernando Valverde en el programa 'Es la vida'
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El pasado miércoles 17 de marzo, en 'Es la vida', programa de Canal Sur, se ha celebrado el número 700 de la editorial Visor con una entrevista a Jesús García Sánchez (Chus Visor) y a Fernando Valverde. También ha participado en el programa el escritor y poema Luis Antonio de Villena.
Enlace del programa:
http://www.canalsur.es/portal_rtva/web/bandeja?programa=es_la_vida&seccion=555
Enlace del programa:
http://www.canalsur.es/portal_rtva/web/bandeja?programa=es_la_vida&seccion=555
Entrevista a Fernando Valverde por Jesús Arias
Diario Granada Hoy
En el Pacífico, los pelícanos se arrojan al mar con toda su furia cuando detectan un pez debajo del agua. Estrellan su cuerpo hasta atrapar su presa. Pero a fuerza de tanto estrépito, terminan muriendo ciegos. Esa historia que contempló en primera persona durante un viaje a Nicaragua es la que ha inspirado a Fernando Valverde a escribir durante los últimos seis años su libro Los ojos del pelícano, con el que consiguió el Premio Emilio Alarcos del Principado de Asturias, dotado con 18.000 euros, es ahora publicado por la editorial Visor Libros. Esta semana se presenta en Granada.
"Igual que los pelícanos se vuelven ciegos de tanto estrellar su cuerpo contra el mar", dice, "he querido expresar que los sueños de la gente, a base de estrellarse tantas veces con la realidad, terminan quebrándose y muriendo".
Fernando Valverde, que es el autor menor de 30 años que tiene ya publicados dos libros con la editorial Visor, lo que significa que su obra podrá leerse en toda España e Hispanoamérica, ha tardado seis años en completar el poemario.
"No quería repetirme y sonar como en mi anterior libro", dice Fernando Valverde. "De ahora en adelante voy a procurar que pasen cinco años entre un libro y otro, porque sé que si no lo hago así, luego me arrepentiré. Hay que dejarlos en el cajón un tiempo, que reposen, y luego corregirlos".
"El proceso de corrección es lo que más me agota", comenta. "Por lo general, suelo escribir los poemas de un tirón. Pero luego, a la hora de unirlos para un libro, descubro que hay una idea que se repite en dos poemas distintos, o expresiones parecidas, y tengo que estar puliendo eso. Darle forma a un libro es lo que más cansa".
Valverde siempre procura crear libros conceptuales, unitarios. "No me gusta reunir poemas sueltos y ponerlos juntos en un libro", comenta. "Siempre busco un hilo conductor. Este libro tiene un color distinto".
El poeta se ha inspirado para escribirlo en diferentes viajes que ha hecho por Hispanoamérica, los Balcanes, Palestina y Oriente Medio. "Tiene mucho de desierto". También en él está la presencia de su madre, que hace unos años sufrió un derrame y ahora padece la pérdida de memoria inmediata. "No recuerda lo que ha hecho un minuto antes, y eso resulta durísimo. Yo hasta ahora no valoraba la memoria. Pero cuando ves que alguien pierde esa facultad, empiezas a pensar mucho en ello. Hay mucho de eso en los poemas".
La paradoja de una persona que puede recordar perfectamente todo su pasado hasta el momento de sufrir un derrame, y que cada minuto vuelve a repetir las mismas cosas ha afectado mucho la escritura de Valverde. "He comprendido que el ser humano aprende a convivir con todo, y aprende a convivir con el dolor. Algo que me afectó mucho fue también la muerte de mi abuelo. En mi casa no podemos hablar de ello, porque cada vez que se menciona, para mi madre es la primera noticia que tiene de la muerte de su padre, y es un sufrimiento atroz". En Los ojos del pelícano está la madurez reflexiva de quien ha aprendido a ver el mundo con todas su certezas. La obra será presentada esta semana en el Palacio de los Patos por Luis García Montero y Daniel Rodríguez Moya.
Los ojos del pelícano, nuevo libro de Fernando Valverde
Europa Press
El poeta y periodista Fernando Valverde (Granada, 1980) presenta su nuevo libro 'Los ojos del pelícano', que obtuvo la última edición del premio Emilio Alarcos del Principado de Asturias, dotado con 18.000 euros.
'Los ojos del pelícano' parte de la experiencia de su autor en un viaje al pueblo de pescadores San Juan del Sur, en Nicaragua, donde observó cómo los pelícanos planean buscando a su presa en el océano, contra el que caen en picado para obtener el alimento. "El impacto es brutal. A mí me pareció un portento de la naturaleza, pero un pescador me explicó que aquello escondía una crueldad enorme, porque muchos pelícanos, de tanto golpear su rostro contra el agua, mueren ciegos, perdidos en el horizonte", explicó Valverde a Europa Press.
Esa metáfora circula por todo el libro y le sirve al poeta para ahondar en "las decepciones de la gente normal, que ve cómo sus sueños se golpean una y otra vez contra la realidad". "Los suelos mantienen con vida a las personas y sería un suicidio renunciar a ellos, pero ver cómo se quiebra la ilusión resulta doloroso, aunque por fortuna el ser humano tiene una asombrosa capacidad para renovar esas ilusiones".
Valverde, que dirige el Festival Internacional de Poesía de Granada y es redactor de Cultura del diario 'El País', ofrece en su nueva obra su autobiografía y refleja "los años difíciles en los que la pérdida, la muerte, el dolor y la enfermedad" han tenido un protagonismo del que todavía no se ha "sacudido". Ésta es la razón de la "oscuridad" que ha llenado muchos de los poemas de 'Los ojos del pelícano' que sin embargo "es lo bastante vitalista como para confiar en el futuro".
Convertido en el único autor menor de 30 años que publica por segunda vez un libro en la editorial Visor de Poesía, ha escrito anteriormente otros poemarios, entre los que destacan 'Viento favorable', 'Madrugadas', y 'Razones para huir de una ciudad con frío', este último publicado ya hace seis años.
"He tardado seis años en terminar el libro porque desde el principio tuve muy claro que no quería repetirme. Tampoco quería que fuera una colección de poemas sin más. Cuando tuve la metáfora de la muerte de los pelícanos, que me permitía estructurar un libro y dotarlo de unidad, me quedé con los poemas que podían funcionar y darle un sentido. Después de eso han trascurrido unos dos años en los que he corregido continuamente y he sustituido unos poemas por otros. El Premio Alarcos supuso el final del libro. De no ser por el premio tal vez todavía hoy estaría haciendo cambios, sin lograr apartarme de él", apuntó.
Así, ha decidido que pasen unos cinco años entre cada uno de los libros que publique. "Publicar o no puede esperar, he perdido la necesidad que tenía cuando era más joven. Ahora quiero ser más cuidadoso. Cada vez me incomoda más el ruido".
En cuanto al camino que seguirá a partir de ahora su poesía, Valverde dijo desconocer "hacia dónde" irán sus versos pero sí tiene claro los poetas que le interesan. "Hay un poema en el que Gonzalo Rojas dice que cumple con informar de que últimamente todo es herida. Es un poema maravilloso que se llama 'Desocupado lector'. En él, dentro de la palabra herida hay una herida, cada vez que la pronuncia se hace más grande. Así quiero que sea mi poesía y en ese camino uno se encuentra con Ángel González, Jaime Gil de Biedma, Juan Gelman, Gonzalo Rojas o Luis García Montero. Es inevitable".
Curriculum. Nacido en Granada en 1980, Valverde es una de las voces más premiadas y reconocidas de la joven poesía en español. Con veinte años apareció su libro 'Viento favorable' en la colección 'Juan Ramón Jiménez'. 'Madrugadas' y 'Razones para huir de una ciudad con frío' (Visor) fueron sus siguientes publicaciones. Por una colección de poemas de viajes titulada 'La soledad del extranjero 'recibió en 2005 el premio 'Federico García Lorca' para estudiantes universitarios españoles.
Colaborador habitual de importantes revistas y periodista cultural del diario 'El País', sus libros han sido editados en Italia y Costa Rica. Además, sus poemas han aparecido en varios países, incluidos en antologías nacionales y extranjeras y traducidos a diferentes idiomas.
En la actualidad, prepara un libro sobre sus viajes a países como Nicaragua, Palestina, Bosnia Herzegovina, Siria, Israel, Montenegro, Cuba, México, Serbia o Jordania, entre otros.
Licenciado en Filología Hispánica y en Filología Románica, trabaja en una tesis sobre Ángel González y dirige el Festival Internacional de Poesía de Granada, galardonado con el premio de Patrocinio y Mecenazgo de la Junta de Andalucía a la mayor labor de difusión cultural.
El poeta y periodista Fernando Valverde (Granada, 1980) presenta su nuevo libro 'Los ojos del pelícano', que obtuvo la última edición del premio Emilio Alarcos del Principado de Asturias, dotado con 18.000 euros.
'Los ojos del pelícano' parte de la experiencia de su autor en un viaje al pueblo de pescadores San Juan del Sur, en Nicaragua, donde observó cómo los pelícanos planean buscando a su presa en el océano, contra el que caen en picado para obtener el alimento. "El impacto es brutal. A mí me pareció un portento de la naturaleza, pero un pescador me explicó que aquello escondía una crueldad enorme, porque muchos pelícanos, de tanto golpear su rostro contra el agua, mueren ciegos, perdidos en el horizonte", explicó Valverde a Europa Press.
Esa metáfora circula por todo el libro y le sirve al poeta para ahondar en "las decepciones de la gente normal, que ve cómo sus sueños se golpean una y otra vez contra la realidad". "Los suelos mantienen con vida a las personas y sería un suicidio renunciar a ellos, pero ver cómo se quiebra la ilusión resulta doloroso, aunque por fortuna el ser humano tiene una asombrosa capacidad para renovar esas ilusiones".
Valverde, que dirige el Festival Internacional de Poesía de Granada y es redactor de Cultura del diario 'El País', ofrece en su nueva obra su autobiografía y refleja "los años difíciles en los que la pérdida, la muerte, el dolor y la enfermedad" han tenido un protagonismo del que todavía no se ha "sacudido". Ésta es la razón de la "oscuridad" que ha llenado muchos de los poemas de 'Los ojos del pelícano' que sin embargo "es lo bastante vitalista como para confiar en el futuro".
Convertido en el único autor menor de 30 años que publica por segunda vez un libro en la editorial Visor de Poesía, ha escrito anteriormente otros poemarios, entre los que destacan 'Viento favorable', 'Madrugadas', y 'Razones para huir de una ciudad con frío', este último publicado ya hace seis años.
"He tardado seis años en terminar el libro porque desde el principio tuve muy claro que no quería repetirme. Tampoco quería que fuera una colección de poemas sin más. Cuando tuve la metáfora de la muerte de los pelícanos, que me permitía estructurar un libro y dotarlo de unidad, me quedé con los poemas que podían funcionar y darle un sentido. Después de eso han trascurrido unos dos años en los que he corregido continuamente y he sustituido unos poemas por otros. El Premio Alarcos supuso el final del libro. De no ser por el premio tal vez todavía hoy estaría haciendo cambios, sin lograr apartarme de él", apuntó.
Así, ha decidido que pasen unos cinco años entre cada uno de los libros que publique. "Publicar o no puede esperar, he perdido la necesidad que tenía cuando era más joven. Ahora quiero ser más cuidadoso. Cada vez me incomoda más el ruido".
En cuanto al camino que seguirá a partir de ahora su poesía, Valverde dijo desconocer "hacia dónde" irán sus versos pero sí tiene claro los poetas que le interesan. "Hay un poema en el que Gonzalo Rojas dice que cumple con informar de que últimamente todo es herida. Es un poema maravilloso que se llama 'Desocupado lector'. En él, dentro de la palabra herida hay una herida, cada vez que la pronuncia se hace más grande. Así quiero que sea mi poesía y en ese camino uno se encuentra con Ángel González, Jaime Gil de Biedma, Juan Gelman, Gonzalo Rojas o Luis García Montero. Es inevitable".
Curriculum. Nacido en Granada en 1980, Valverde es una de las voces más premiadas y reconocidas de la joven poesía en español. Con veinte años apareció su libro 'Viento favorable' en la colección 'Juan Ramón Jiménez'. 'Madrugadas' y 'Razones para huir de una ciudad con frío' (Visor) fueron sus siguientes publicaciones. Por una colección de poemas de viajes titulada 'La soledad del extranjero 'recibió en 2005 el premio 'Federico García Lorca' para estudiantes universitarios españoles.
Colaborador habitual de importantes revistas y periodista cultural del diario 'El País', sus libros han sido editados en Italia y Costa Rica. Además, sus poemas han aparecido en varios países, incluidos en antologías nacionales y extranjeras y traducidos a diferentes idiomas.
En la actualidad, prepara un libro sobre sus viajes a países como Nicaragua, Palestina, Bosnia Herzegovina, Siria, Israel, Montenegro, Cuba, México, Serbia o Jordania, entre otros.
Licenciado en Filología Hispánica y en Filología Románica, trabaja en una tesis sobre Ángel González y dirige el Festival Internacional de Poesía de Granada, galardonado con el premio de Patrocinio y Mecenazgo de la Junta de Andalucía a la mayor labor de difusión cultural.
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