Reseña en el Diario El País

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Por Santiago Belaustegui
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Los pelícanos tienen una forma peculiar de cazar. Planean hasta que avistan a su presa y se lanzan en picado hacia el agua. El golpe es brutal. Pero los pelícanos salen triunfantes con el pez en el pico. Sin embargo, los golpes contra el mar cobran su factura. Muchos pelícanos mueren ciegos. Un pescador le reveló todas estas cosas al poeta y periodista Fernando Valverde cuando contemplaba, maravillado, la precisión depredadora de estas aves en una aldea nicaragüense situada junto al océano Pacífico.

Fernando Valverde (Granada, 1980) acaba de publicar Los ojos del pelícano (Visor), que obtuvo el pasado junio el 8º Premio Emilio Alarcos. El galardón está dotado con 18.000 euros. Valverde considera la caza de los pelícanos como "una metáfora" que se extiende al comportamiento de las personas.

Pelícanos suicidas
"A fuerza de golpear los sueños con la realidad, los seres humanos acaban encontrando el dolor", afirma el poeta granadino. "Muchas piezas fundamentales de mi infancia se han derrumbado sin que pudiera hacer nada. Con la excepción de mi hermano, todos los protagonistas de mi infancia han desaparecido. Cuando pierden la vista, los pelícanos son conscientes de su ceguera y se matan a sí mismos", explica Valverde, que ha dedicado seis años a la escritura de este libro.

En Los ojos del pelícano llama la atención el equilibrio entre fondo y forma. "Es lo más difícil de todo. Lo fundamental es la idea. El sonido y la cadencia vienen luego a base de trabajo. Cuando se tiene la idea necesaria, el resto se puede trabajar. Me gusta la sencillez, que no es lo mismo que la simpleza. Escribir un poema sencillo es lo más difícil. Cuando no entiendo lo que escribe un poeta, suelo echarle la culpa a ese poeta. Tiendo a pensar que ha hecho mal su trabajo", concluye Valverde, que es colaborador de EL PAÍS.

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